miércoles, 14 de febrero de 2007

Una conversación sobre otra

Muchas otras veces he tocado este tema, muchas veces lo he hecho y no siempre he tenido claro lo que pienso; a veces no he logrado siquiera encontrar con quien hablarlo. Pero esto es una deuda, así que acá estoy nuevamente hablando de lo mismo.
Al principio, apenas y podía manejarme con un grupito de palabras muy escaso y no me preocupaba por conocer otras, pues mis necesidades primarias no eran suficientemente grandes como para crear estado de emergencia. Luego, cuando empecé a ir a la escuela, entendí que habían muchas otras palabras que debía conocer, aún y cuando nunca llegaran a formar parte, de mi todavía escaso vocabulario.
Más tarde, cuando empecé a sentir la necesidad de expresarme y logré visualizarme mejor escribiendo que hablando sobre mi interior, entendí que debía, como una necesidad básica, aprender muchas palabras más.
Nunca lo hice realmente, porque siempre me pegué en el estúpido cuestionamiento de porqué es tan difícil expresar un sentimiento, una sensación, un pensamiento, si no hay palabras que los puedan explicar.
De chico mi mente volvaba tratando de imaginarme en la época de la Torre de Babel; quería entender porqué habían tantos idiomas en el mundo y como todos eran tan distintos y complejos. Trataba de explicarme como habría sido para mi, estar presente en el día en que Dios confundió las lenguas de los hombres para que estos no pudieran comunicarse los unos con los otros y no logré visualizarme, como tampoco logré entender porqué había sucedido semejante acontecimiento.
Me convenzo cada vez más, que el idioma es una limitante más del desarrollo intelectual de los hombres y que estos, en su afán de agruparse y de entenderse, han creado una especie de código simple que facilite su comunicación con los demás. Pero que en realidad, lo único que logran es malograr el avance en la comunicación real.
Yo tengo problemas con los idiomas, no me sale la pronunciación, no me queda linda la entonación. Ni siquiera puedo hablar español con un acento diferente, pero trato. Trato con muchas fuerzas de demostrar que soy capáz de aprender un idioma distinto al mio y de hablarlo y de hacerlo bien!
Cuando tratamos de hablar de un sentimiento, las palabras, sin importar que idioma se esté utilizando, no pueden más que ubicarnos en el contexto, pero jamás lograrán aclarar los puntos claves del mismo.
El amor o el odio; el pesar o la alegría; la angustia o la paz; la felicidad, la tristeza, la ansiedad, el desconsuelo y muchos otros sentimientos solo pueden ser entendidos cuando se están viviendo en carne propia y solo ahí, es cuando tenemos una idea clara de lo que significan y aún así, es una idea muy individual.
Nunca lograré saber la cantidad de amor que alguien tiene por mi o si me aman incluso, pues nunca lograré entender el significado que la otra persona tiene del amor. No sabré cual es su idea sobre su propio sentimiento, que me permita luego compararlo con el mio propio. Nunca lograré saber si mi tristeza es más grande que la suya, pues no sé medirla, lo mismo sucede con el odio, el asombro, el enojo, la alegría o el desconcierto. Cada quien tiene su propia interpretación de esos sentires, pero todos sabemos lo que significan, eso es claro.
Entonces, ¿seré capaz de asegurar, en una conversación, que mis ideas están fiel y justamente entendidas por ustedes?
En cambio, si mi dolor es expresado con un gesto, una mirada o una lágrima, usted no necesitará una explicación sobre mi estado de ánimo, sino que lo percibe, lo siente, lo entiende. Usted y yo, estaremos entonces en completa y absoluta comunicación, aunque no hablemos el mismo idioma; porque sentir y expresar, lo hace todo el mundo; entender, solo se logra con entrega y la entrega también se siente, conecta a los seres humanos similares o al menos, de situaciones similares.
Yo a esto, le llamo evolución de la comunicación y hasta el tanto en que todos los seres humanos no logremos una única y absoluta comunicación global, no habrá evolución completa.
Yo creo que no habrá idioma más potente que la comunicación espiritual. No será el inglés o el español, el portugués o el francés, el mandarín o el esperanto, el idioma que nos comunique como raza, sino el sentimiento telepático que podamos trasmitir y recibir de nuestros semejantes.
Está claro?

viernes, 2 de febrero de 2007

María color de rosa

La vida color de rosa pertenecía a María, de manera tal que en su familia todos la llamaban: "María color de rosa, color de rosa María"
Y es que así fue desde el principio de los tiempos; para María color de rosa, color de rosa María no habían colores distintos al color de rosa, poco entendía María sobre los colores de los demás y buscaba explicaciones para los grises de la gente y los blancos de la gente y mucho menos entendía María color de rosa, color de Rosa María, el negro.
Un vez María color de rosa, color de rosa María despertó y su mundo rosa ya no era rosa sino gris, con matices negros y blancos y muchas manchas pero ninguna de ellas era rosa.
A María, simplemente María- desde entonces sin el color rosa- le daba miedo salir de su casa, le daba miedo hablar con la gente, pues temía María, simplemente María, que la gente notara que su mundo ya no era rosa.
Le tomó mucho tiempo a María, simplemente María, entender que para ser alguien verdaderamente cierto en la vida, es necesario conocer los grises, los blancos y hasta los negros.
Comenzó entonces María, a buscar una explicación al porqué de los colores distintos y fue entonces, cuando María de colores, se encontró al Arco Iris con tesoro y todo incluído y se sintió muchas veces más dichosa que cuando la llamaban María color de rosa, color de rosa María; porque esta vez su mundo estaba formado por el rosa, el gris, el blanco y hasta el negro. Pero sobre todo, María de colores, había conocido al Arco Iris y por supuesto, el tesoro que este traía incluido.

jueves, 1 de febrero de 2007

Mi familia

Atolondrados, cansados, desorientados, chocando unos contra otros y hablando cada vez más fuerte para poder ser escuchados, en medio del ruido de las máquinas y de las voces de otras gentes; el ruido ajeno innunda la casa de mis papás.

Es un lugar del mundo, recibe en su seno a quien quiera llegar a un campo de entrega, de entuciasmo; no hay mucho que compartir más que amor y dedicación, alegría, bulla ensordecedora, risas, gritos y más risas.

Así es la casa de mis padres en el día. No hay descanso nunca, porque cada quien está lleno de emociones que asceleran los latidos y la adrenalina estalla en energía. Uno llega sin ánimos quizás y de pronto se contagia de ganas, de buenas vibraciones y de ilusión, de poder!

Yo lo sé, porque estuve fuera un tiempo y gasté mis fuerzas, quedé sin ganas y sin alma, quedé seco una vez que entregué todo lo que tenía. Sólo tuve que regresar al rincón de mi familia y de pronto soy quien soy nuevamente. Cargado, dichoso, enérgico!

Si querés, podés venir, es seguro que te servirá!