El año pasado fue un año duro, fue un año de luchas internas y de tristes eventos. Fue un año de descalabro financiero y profesional. Fue un año de encuentros con mi propio ser y sobre todo, de encuentros con mi espiritualidad, fue un año que me obligó a pensar y a valorar las cosas de una manera distinta. De manera distinta porque a pesar de que siempre he valorado lo que tengo, nunca antes había percibido la vida de la manera que lo hago hoy.
Perdí a mi mejor amigo en una larga y cansada agonía que me cambió para siempre, me cambió la manera de pensar, la manera de sentir y la manera de amar. A él le dedico estas letras para que quede constancia de lo que significó su partida, contando un poco lo que significó su vida.
Eramos dos personas completamente distintas, distintas socialmente, profesionalmente y hasta con distintas maneras de pensar y de actuar, nunca entenderé de qué se nutrió la amistad que teníamos, pero prosperó y creció y se incrementó con el paso del tiempo. Quizás se trataba de un encuentro virtual al mundo del otro, el que nos acercó cada vez más. Cada uno de nosotros tenía lo que al otro, de alguna manera le hacía falta, sino era material era un asunto de personalidad, pero eramos un complemento imperseptible el uno del otro.
Comencé el año sabiendo la triste noticia de su condición y enfurecí, enfurecí y no lo supe claramente sino hasta que me lo hicieron saber, alguien ajeno a esa situciaón (al menos de momento) me hizo ver cuan furioso estaba de forma inconciente. Cuando supe que se iba y me dejaría sin poder hacer nada al respecto, enfurecí. Me dejaba sin más y no había forma de cambiar las cosas, no hubo forma de cambiar nada!
Tuve que tomar un respiro antes de entrar en razón y empezar a actuar. Me dí unas vacaciones mentales, tomé energías y me despedí de mi mismo por un tiempo, con todo lo que ello implicó.
Y empezó el año, empezó y parecía que me había dejado botado en la primera parada! Con pocas fuerzas y con muy pocos ánimos, tomé el control poco a poco de la situación, en la que veía la luz de mi amigo cada vez más y más apagada y con ella la mía. Fue una agonía larga para todos, pero sobre todo para él, aprendió mucho, aprendimos mucho, pero a mi me formó.
Casi cuatro meses después de empezar la última fase, (la más dura, la más angustiante y la más cansada etapa de su enfermedad) mi amigo se fué empezando una noche angustiosa que dejaba atrás el día más largo de mi vida. Nunca pensé que sería de esa manera y que llegara a ser testigo de ese cambio de estado que sufre la gente cuando muere.
Ese día pensé que todo volvería a ser igual que antes, que volvería a mi vida normal, pues ya había tenido tiempo suficiente de preparación...oh! cuanta equivocación puede haber en un pensamiento. Pero eso es tema de un post distinto en donde les cuente como acabaron conmigo los siguientes cinco meses del año, antes de empezar con mi lenta recuperación.
El año pasado fue un año duro, fue un año de luchas internas y de tristes eventos, pero también fue un año magnifico porque aprendí a mejorarme personalmente, a valorarme y sobre todo a amar de manera distinta. Fue un año que me permitió establecer prioridades e ideas claras sobre lo que debo, puedo y necesito hacer.
Fue un año en el que me encontré descifrando el contenido de un par de amores bastante inusuales; uno de ellos, el terrenal, el que me acercó a mi interior y me hizo conocer sobre mi, más de lo que hubiera podido imaginar, compartiendo conmigo las pocas alegrías que era capáz de ver en tiempos tan sombríos y sobre todo, compartiendo conmigo aquellos momentos tan tristes y de desesperación por los que pasé, sin ganas de hablar sino de llorar, tomando mi mano y haciendo un alto en su camino para ayudarme a seguir adelante; este amor me acercó definitivamente al otro, al más grande, al que encontré en mi interior y que ahora puedo entender y escuchar.
El año pasado fue un año magnífico, definitivamente. Fue un año de extremos emocionales, en donde tuve momentos extremos de angustia, extremos de tristeza y extremos de felicidad!
Perdí a mi mejor amigo en una larga y cansada agonía que me cambió para siempre, me cambió la manera de pensar, la manera de sentir y la manera de amar. A él le dedico estas letras para que quede constancia de lo que significó su partida, contando un poco lo que significó su vida.
Eramos dos personas completamente distintas, distintas socialmente, profesionalmente y hasta con distintas maneras de pensar y de actuar, nunca entenderé de qué se nutrió la amistad que teníamos, pero prosperó y creció y se incrementó con el paso del tiempo. Quizás se trataba de un encuentro virtual al mundo del otro, el que nos acercó cada vez más. Cada uno de nosotros tenía lo que al otro, de alguna manera le hacía falta, sino era material era un asunto de personalidad, pero eramos un complemento imperseptible el uno del otro.
Comencé el año sabiendo la triste noticia de su condición y enfurecí, enfurecí y no lo supe claramente sino hasta que me lo hicieron saber, alguien ajeno a esa situciaón (al menos de momento) me hizo ver cuan furioso estaba de forma inconciente. Cuando supe que se iba y me dejaría sin poder hacer nada al respecto, enfurecí. Me dejaba sin más y no había forma de cambiar las cosas, no hubo forma de cambiar nada!
Tuve que tomar un respiro antes de entrar en razón y empezar a actuar. Me dí unas vacaciones mentales, tomé energías y me despedí de mi mismo por un tiempo, con todo lo que ello implicó.
Y empezó el año, empezó y parecía que me había dejado botado en la primera parada! Con pocas fuerzas y con muy pocos ánimos, tomé el control poco a poco de la situación, en la que veía la luz de mi amigo cada vez más y más apagada y con ella la mía. Fue una agonía larga para todos, pero sobre todo para él, aprendió mucho, aprendimos mucho, pero a mi me formó.
Casi cuatro meses después de empezar la última fase, (la más dura, la más angustiante y la más cansada etapa de su enfermedad) mi amigo se fué empezando una noche angustiosa que dejaba atrás el día más largo de mi vida. Nunca pensé que sería de esa manera y que llegara a ser testigo de ese cambio de estado que sufre la gente cuando muere.
Ese día pensé que todo volvería a ser igual que antes, que volvería a mi vida normal, pues ya había tenido tiempo suficiente de preparación...oh! cuanta equivocación puede haber en un pensamiento. Pero eso es tema de un post distinto en donde les cuente como acabaron conmigo los siguientes cinco meses del año, antes de empezar con mi lenta recuperación.
El año pasado fue un año duro, fue un año de luchas internas y de tristes eventos, pero también fue un año magnifico porque aprendí a mejorarme personalmente, a valorarme y sobre todo a amar de manera distinta. Fue un año que me permitió establecer prioridades e ideas claras sobre lo que debo, puedo y necesito hacer.
Fue un año en el que me encontré descifrando el contenido de un par de amores bastante inusuales; uno de ellos, el terrenal, el que me acercó a mi interior y me hizo conocer sobre mi, más de lo que hubiera podido imaginar, compartiendo conmigo las pocas alegrías que era capáz de ver en tiempos tan sombríos y sobre todo, compartiendo conmigo aquellos momentos tan tristes y de desesperación por los que pasé, sin ganas de hablar sino de llorar, tomando mi mano y haciendo un alto en su camino para ayudarme a seguir adelante; este amor me acercó definitivamente al otro, al más grande, al que encontré en mi interior y que ahora puedo entender y escuchar.
El año pasado fue un año magnífico, definitivamente. Fue un año de extremos emocionales, en donde tuve momentos extremos de angustia, extremos de tristeza y extremos de felicidad!
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